Artículo de los diputados socialistas Montse Palma y César Luena sobre los argumentos del “sí” al Proceso de Bolonia.
¿Por qué el llamado proceso de Bolonia que desarrolla el Espacio Europeo de Educación Superior merece no solo nuestra confianza, sino el apoyo de los estudiantes y del resto de los sectores universitarios?
Desde que en el año 1999 se aprobara la Declaración de Bolonia para la convergencia de los sistemas de educación superior, ahora ya con 46 países europeos, han venido reproduciéndose críticas, temores o avisos de amenazas procedentes de diferentes sectores de la comunidad universitaria y de distintas sensibilidades ideológicas. Estas críticas tienen como lugares comunes una supuesta traición de la universidades a sus fines originarios y fundacionales, y una supuesta actividad cada vez más mercantil y menos formadora, trasladando sus fundamentos de lo público a lo privado, con lo que, de cumplirse estas amenazas, se trasladarían los intereses comunes, colectivos y sociales, especialmente de los estudiantes y sus familias, al sector privado.
Lejos de compartir esas críticas, queremos resaltar los argumentos para dar un sí convencido de apoyo al proceso de convergencia europea de la educación superior en el que España, junto a 45 países más está inmersa, evidentemente conscientes de las dificultades, por otra parte normales en cualquier proceso de este tipo, ya que el esfuerzo y las adaptaciones que se exigen son complejas.
La nueva estructura del sistema con grados, masteres y doctorados, así como los nuevos planes de estudios, estarán conformados de una manera más flexible pero más útil a la sociedad y al mercado de trabajo; permitirán más movilidad, no solo durante el período de estudio estrictamente, sino también después, como titulados para acceder a un mercado profesional y laboral más amplio y con más oportunidades o para adquirir más formación. Existe acuerdo unánime en que las universidades deben formar ciudadanos y profesionales responsables, comprometidos y que contribuyan al progreso social a través de su aportación, para desempeñar tareas laborales, profesionales, sociales y culturales, para emprender, para generar riqueza y conocimiento, para mejorar la productividad y la competitividad del país, para generar sinergias culturales, sociales y económicas que nos permitan avanzar y progresar.
Por tanto, las universidades, aunque no deben someterse a los agentes económicos y empresariales, no pueden ni deben dar la espalda a la realidad económica y social y han de impulsar los proyectos que la sociedad necesita para cumplir con la misión de transferencia de conocimiento y la responsabilidad social que les ha sido otorgada. Por consiguiente, las reformas deben realizarse en profundidad y con eficacia, con el concurso y el apoyo de todos los sectores implicados. Ahora es pues el momento para alcanzar los objetivos de mejora de la calidad y formación integral de los estudiantes, para responder con plena capacidad científica, académica y profesional a los retos de la sociedad del conocimiento.
El Espacio Europeo de Educación Superior va a internacionalizar nuestras universidades, lo que supondrá el mayor cambio social e histórico para una de nuestras instituciones más antiguas; sin ninguna duda, va a reforzar el sistema público universitario, garantizando la igualdad de oportunidades en el acceso a la formación superior, con más becas y ayudas, con masteres oficiales y a precio público, garantizando que la reforma europea haga de nuestras universidades un instrumento más potente de oportunidades y de cambio social.
La construcción del Espacio Europeo de Educación Superior representa también un cambio importante en el modelo educativo en la universidad, sobre la manera de entender el proceso de enseñanza y aprendizaje, centrándose en la participación y el papel del estudiante, la importancia del trabajo individual y en grupo, así como el desarrollo de habilidades junto a la adquisición de conocimientos. El hecho de focalizar en el aprendizaje del estudiante la razón de ser del proceso educativo no solo acaba con el modelo caducado de "dictar, copiar y empollar" sino que entierra la concepción histórica de que con el título se acabó la preparación para la vida y el trabajo. La graduación permite la incorporación al mundo laboral y profesional, pero con ella empieza un espacio de oportunidades de formación y educación continua, de acceso y promoción laboral y profesional así como de espíritu e iniciativa emprendedora.
Estamos ante una gran oportunidad para situar el sistema universitario español en posición de referencia internacional, tanto en resultados como en valores. Los valores cívicos y de compromiso propiamente universitarios que llevan también integrados los valores de las oportunidades laborales y de movilidad, de progreso social, de equidad así como los valores para un desarrollo sostenible y de progreso solidario de la humanidad. No la desaprovechemos.
Montse Palma, portavoz de Política Universitaria del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados.
César Luena, diputado socialista, miembro de la Comisión de Ciencia e Innovación del Congreso.
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